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En qué Creemos

 

 

Creemos en la veracidad, en la inspiración divina, en la validez actual y en la autoridad

exclusiva e incuestionable de las Escrituras Sagradas (2 Tim 3:16), entendidas como el

conjunto de todos los libros de los llamados Antiguo y Nuevo Testamento – TaNaK y

Brit Jadashá. Fuera de estos, no existe otro libro sagrado, canónico o dotado de autori-

dad incuestionable.

 

Las Sagradas Escrituras en la Biblia Completa (Antiguo y Nuevo Testamento) es la Pala-

brainspirada por Dios, inefable, de autoridad suprema y de suprema fe y conducta. Las

Sagradas Escrituras constituyen las bases de nuestra fe, desde el Génesis hasta Apoca-

lipsis. (Dt 6: 4 – 9, Prov 3: 1 – 6, Sl. 119: 89, 10).

 

 De allí derivamos que:

 

1. DIOS

 

 Di-s es Uno, de acuerdo a la declaración: “Oye Israel, el Señor Nuestro Di-s, el Señor es uno” (Dt 6: 4, Mc 12: 29 – 31, Ro 3:30, Ef 4: 4 – 6, I  Co 8: 5 - 6) Di-s creó todas las cosas (Gn. 1:1) y él es el único que recibe nuestra adoración (Sal. 148).

 

2. EL MESÍAS - MASHIAJ

 

 Creemos que Yeshúa (Jesús) de Nazareth, es el Mesías y Redentor de Israel, nacido en Belén de una virgen llamada Miriam (María) que estaba desposada con Yosef (José), según  lo menciona el Nuevo Testamento, nuestro Señor y Salvador, que vino al mundo como Hijo de Hombre, único mediador entre Di-s y los hombres, murió y resucitó, salvando a todo aquel que en Él cree y que volverá en breve como Hijo de David, como Rey de Reyes, desde donde reinará y juzgará a los hombres (Mt 1: 1, Lc 1: 68 – 75, Lc 2: 29 – 32, Is 53, Mt 1: 21, Ro 1: 1 – 3, Jn 3: 16, Jn 1: 18, Mt 2: 1, Mi 5: 2, Is 7: 14, Mt 1: 23, Mt 1: 18 – 19, I Tim 2: 5,  Ro 8: 34, Ro 10: 9, I Tes 4: 14, Mt 25: 31 – 46).

 Creemos en la plena divinidad de Yeshúa HaMashiaj, Jesús el Cristo (Col. 2:9), el Hijo primogénito (Ro. 8:29) y el unigénito de Di-s (Jn. 3:16, Heb. 11:17) y la expresión máxima de su presencia manifestada en forma plenamente humana (Ro. 5:15).

 

3. EL ESPÍRITU SANTO – RUAJ HAKODESH

 

 Creemos en el Espíritu Santo de Di-s y en la manifestación y diversidad de dones y ministerios (Ex 31:3; Hch. 2; 1Co 12). El Espíritu Santo ha inspirado a los Patriarcas, Profetas y hombres de fe a través de la Historia, tal como lo encontramos en la Escritura (Hch 1: 4 – 5, 8; Hch 2: 17 – 21, Jn 16: 5 – 15).

 

 4. PLAN DE SALVACIÓN

 

 Debido a la caída del primer Adán, creado a la imagen y semejanza de Di-s, la humanidad se volvió corrompida y distanciada de Dios. La Salvación eterna, don de Dios, ha sido providencia al hombre solamente por la Gracia y muerte vicaria de Yeshúa (Jesús) el Mesías (Hch. 4:12), tanto para el judío como para el no judío. Únicamente por la fe, es que el creyente se apropia de la salvación a través de Su muerte.

 

 5. LA IGLESIA – KEHILÁ: JUDÍOS Y GENTILES SIENDO UNO, LA FAMILIA DE DI-S

 

 Creemos en la unidad y comunión de la Kehilá (Iglesia), como el cuerpo del Mesías, y su victoria a través de la santidad, testimonio y fruto del Espíritu. (Gn 1: 27, Hb 7: 27b, Hb 10: 12, Col 1: 13, Ef 2: 8 – 10, Ef 1: 7 – 8, Ro 10: 10, Ro 3: 21 – 28, I Pe 2: 9 – 10, Gal 5: 22 - 25)

 

Somos miembros del Cuerpo del Mesías (Cristo) – 1 Co. 12: 12-27, la Iglesia, y de esta forma interactuamos con los demás miembros del Cuerpo  a favor del Cuerpo, buscando la unidad y la comunión entre los seguidores de Yeshúa, sean judíos o no.

Conforme a las Escrituras, judíos y no judíos constituyen la familia de Di-s en Cristo (Ef. 2:19): Los creyentes gentiles en Cristo son injertados en el Olivo que es Israel y los judíos creyentes en Cristo son reinjertados en su propia raíz (Ro. 11). Así, Judíos y no judíos participan de la rica savia (bendiciones y promesas) del Olivo.

 

La Iglesia cristiana no substituyó al pueblo de Israel como declara la falsa Teología del Reemplazo o de la Substitución, reforzada por los concilios romanos. Israel como nación posee un llamado irrevocable (Ex 19:6; Jer 31:31,35-36; Ro 11:29).

Conforme a las Escrituras, el judío creyente en Yeshúa debe preservar su identidad judía (cf. Hch. 21: 20, 28:17). Luchamos por rescatar la identidad judía de aquellos descendientes de judíos perseguidos durante el periodo de la Inquisición y forzados a convertirse al cristianismo católico (los llamados Anussin). Ellos son judíos y tienen derecho a retornar a sus tradiciones y a la tierra de Israel, siendo creyentes en Yeshúa el Mesías.

 

Conforme a las Escrituras, el gentil creyente en Cristo no se debe convertir al judaísmo, sino que continúa viviendo en el estado en que fue llamado, cumpliendo el dictamen del Concilio de Jerusalén (Hch. 15). A pesar de ello, la Iglesia del Primer siglo está ligada a las costumbres y tradiciones bíblicas judías.

 

6. CELEBRACIONES – LITURGIA – SÍMBOLOS

 

 Siendo un Ministerio que pertenece al Movimiento Mesiánico, la liturgia de nuestras

congregaciones incluyen tradiciones muy antiguas (2 Ts. 2:15), algunas de las cuales

se remontan a los tiempos de Esdras y Nehemías, las cuales también fueron practica-

das por Yeshúa, por los apóstoles y por los discípulos de los apóstoles, por ejemplo,

la lectura y explicación pública de la Torá y de los profetas

(cf. Lc. 4: 16-17; Hch. 13:15).

 

Consideramos el Shabat como día de Reposo dado por Adonai desde la creación del

mundo a la humanidad (Gn. 2: 1 – 3). El Shabat es uno de los mandamientos dados

para el pueblo de Israel (Ex. 20: 8 – 11, Dt. 5: 12 – 15). La Iglesia gentil puede dis-

frutar de las bendiciones del Shabat (cf. Is. 56: 4-7) siendo injertados en el Olivo que

es Israel.

 

Celebramos las fiestas bíblicas dadas por Di-s al pueblo de Israel (Lev. 23) como es-

tatuto perpetuo y las fiestas extra-bíblicas (Purim y Januká). Estas fiestas fueron ce-

lebradas por Yeshúa y sus discípulos y por la Iglesia hasta el siglo IV.

 

Todos los símbolos que usamos dentro de nuestra congregación y de nuestros hoga-

res son ordenados, sugeridos o inspirados por las Sagradas Escrituras. A pesar de ello,

ninguno de estos objetos (Rollo de Torá, Talit, Kipá, menorá, mezuzá, entre otros) en ningún momento deben ser considerados amuletos y mucho menos objetos de adoración, veneración o idolatría, pues van en contra de los principios del monoteísmo que profesamos.

 

 

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